La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica la cual se presenta con eritema centro facial permanente (cara roja) con episodios transitorios de intensificación asociados a factores desencadenantes. Puede afectar áreas extra faciales como ojos, cuello, pabellón auricular, entre otros.
En cuanto a su epidemiología, se cree que puede existir una predisposición genética en los individuos con rosácea asociada a factores extrínsecos e intrínsecos que modifican la expresión fenotípica de la enfermedad. En distintos estudios se ha identificado que la población más vulnerable son las mujeres y usualmente pasan los 30 años.
La rosácea puede clasificarse en subtipos según lo que clínicamente observamos:
- Rosácea eritematotelangiectásica (cara roja permanente, visualización de vasitos rojos)
- Rosácea papulopustulosa (presencia de barritos y espinillas)
- Rosácea fimatosa (engrosamiento de la piel)
- Rosácea ocular (afectación de los ojos)
No se sabe con claridad la causa, pero debido a la variabilidad clínica es probable que el factor causante no sea único, más bien, que sean distintos mecanismos implicados en su desarrollo. Los más importantes a considerar como detonantes son: la luz ultravioleta, comensales habituales en nuestros folículos, helicobacter pylori, genética, defectos en la barrera epidérmica, alteraciones vasculares, así como algunos agentes externos ingeridos.
Existen otros precipitantes de irritación y producción de lesiones en la rosácea que incluyen:
- Factores alimentarios como comidas picantes, calientes y alcohol.
- Factores emocionales como el estrés y la ansiedad
- Factores climáticos como sol, viento intenso, frío y humedad
- Productos cosméticos y fármacos.
- Factores relacionados con el estado de la salud como la menopausia, tos crónica, abstinencia a la cafeína y ejercicio físico intenso o carga de peso. Los mencionados anteriormente son los más comunes entre los pacientes que consultan, pero es imprescindible que la persona identifique sus propios detonantes para que puedan ser evitados.
Al momento de evaluar al paciente es importante que el médico identifique la comorbilidad emocional y los aspectos relacionados con el impacto de la rosácea en la vida social y laboral. El tratamiento es amplio e incluye cremas con antiinflamatorios, antibióticos, pantalla solar, láseres, tratamientos sistémicos e incluso técnicas quirúrgicas esto con el fin no solo de aliviar síntomas y signos de la enfermedad, sino que también para aliviar la afectación psicosocial del individuo.
Para un mejor enfoque terapéutico es necesario el correcto diagnóstico y clasificación del subtipo ya que el tratamiento va dirigido hacia cómo se encuentra la enfermedad en ese momento. Consulta siempre a tu dermatólogo.
El artículo fue escrito por la Dra. Liza Arias, para mayor información y contacto:
Especialidad: Dermatóloga – Dermatopalogía.