El dolor es una respuesta a un estímulo nocivo sobre el organismo que tiene una función protectora. Sin embargo, cuando este se prolonga por más de tres meses, se considera crónico y deja de cumplir un propósito útil. El dolor y en particular, el dolor crónico es una enfermedad silenciosa, invisible para quien no la padece y subjetiva, por lo cual tiende a no ser valorada y abordada adecuadamente.
No existen pruebas con sustento científico para detectar el dolor o cuantificar su intensidad ante los ojos de los demás, no obstante, afecta significativamente la calidad de vida de las personas, tanto en su bienestar físico y funcionalidad, como en casi todos los aspectos de su vida: el laboral, el psicológico, el familiar y el personal. La Federación Latinoamericana de Asociaciones para el estudio del Dolor (FEDELAT) estima que afecta a alrededor de 190 millones de personas en la región; aun así, el debate público sobre esta enfermedad no es suficiente e incluso pasa desapercibido tanto por los pacientes como por los médicos tratantes y las autoridades, convirtiéndolo en uno de los problemas de salud pública más subestimados del mundo.
Tipos de Dolor
El dolor se clasifica según su duración, pronóstico y mecanismo de relación con la causa que lo originó:
Según la evolución en el tiempo
Agudo: Dolor con una duración menor a tres meses, con escaso componente psicológico.
Crónico: Es aquel que persiste o es recurrente por más de tres meses, suele acompañarse de un componente psicológico.
Según la intensidad
Leve: Permite realizar las actividades habituales.
Moderado: Interfiere con las actividades habituales.
Intenso: Interfiere con el descanso.
Según el mecanismo que lo origina
Nociceptivo: Es el tipo de dolor más frecuente. Es la respuesta del organismo ante un estímulo ofensivo para prevenir un daño mayor, clasificado en somático y viceral.
Neuropático: Producido por una lesión o enfermedad del sistema nervioso periférico o central. Se acompaña de alteraciones sensitivas. El paciente lo expresa como sensaciones extrañas y no existe relación causal entre lesión tisular y dolor.
Nociplástico: Dolor cuyo origen no es posible identificar en daños de los tejidos ni lesiones estructurales. Encajan en este perfil la fibromialgia, los dolores viscerales, el síndrome de colon irritable y algunos casos de la artrosis con dolor desproporcionado.
Opciones de tratamiento para
combatir el dolor
No farmacológicos:
El abordaje biopsicosocial es indispensable y debe ser el norte de todo el tratamiento de dolor crónico. Este modelo toma en cuenta las variables físicas, psicológicas y sociales para tener una mejor comprensión del estado de salud del paciente.
Fisioterapia:
tiene como objetivo ayudar a restaurar la función de las articulaciones y mejorar la movilidad del paciente. Los ejercicios físicos, el soporte nutricional y la acupuntura son alternativas que se contemplan en este tipo de tratamiento.
Apoyo psicológico: es complementario al tratamiento médico, contribuye a sobrellevar el efecto negativo que tiene el dolor sobre la funcionalidad y la calidad de vida del paciente.
Técnicas intervencionistas: se concilian con el tratamiento farmacológico, evitan o minimizan el sufrimiento del paciente y el incremento en el uso de medicamentos.
Farmacológico:
Actualmente representan la base del tratamiento contra el dolor. La elección de la opción más adecuada dependerá de factores como la intensidad y tipo de dolor, características del paciente, tratamientos concomitantes, entre otros.
Es importante un enfoque individualizado, centrado en el paciente, en el diagnóstico y tratamiento del dolor para establecer una alianza terapéutica entre el paciente y el médico.