Licda. Sara Herrarte/Psicologa Clínica
Cada día nos levantamos sin idea alguna de que nos espera, que depara el día y como terminara, esperamos lo mejor, sin embargo, no todos estamos preparados física y psicológicamente para lo “peor”. Seguramente nadie se esperaba una pandemia. El primer caso de Coronavirus fue identificado en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en la República Popular China, al reportarse casos de un grupo de personas enfermas con un tipo de neumonía desconocida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoció como una pandemia mundial el 11 de marzo de 2020, cuando informó que había 4,291 muertos y 118,000 casos en 114 países. Por lo que, era de esperarse que todos estuviéramos rogando a que el virus no entrara a nuestro país, sabiendo en el fondo que en algún momento llegaría. El viernes 13 de marzo del 2020 cambiaria todo en nuestro país y en nuestra vida ya que se presentó el primer caso del virus COVID-19. La preocupación de contraer el virus, el miedo de que nuestros familiares lo contraigan, las secuelas físicas del mismo, el temor que se originaba al desconocer sobre este virus y la diversa información que los medios de comunicación proporcionaban en las noticias.
Las repercusiones que ha traído consigo el virus han sido exponencialmente elevadas y diversas, tanto en el área física, mental, emocional y social. En este artículo nos centraremos en las tres últimas áreas. Hay que enfatizar que no podemos generalizar las secuelas del virus debido a que cada persona ha vivenciado de distinta manera tanto la pandemia, el confinamiento, el aislamiento, como haber vivido de primer mano el virus del COVID-19 o haber perdido a algún ser querido debido al Coronavirus. Sin embargo, a nivel general se ha evidenciado que algunas de las consecuencias que ha traído consigo el virus ha sido aislamiento, crisis económica, desempleo, fallas en el sistema de salud, problemas a nivel psicológico y físico, el cambio drástico a nivel educativo y las repercusiones en la enseñanza. Así que podemos afirmar que no únicamente hay que lidiar con las secuelas de la pandemia sino a la vez tener en cuenta las repercusiones de las consecuencias de la misma. Algunas de estas secuelas a nivel psicológico son: altos niveles de estrés, miedo, el duelo, inseguridad, desmotivación, desgano, inestabilidad emocional y mental, angustia, ataques de ansiedad, ataques de pánico, ideación suicida, trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, somatización, aumento significativo de la violencia (psicológica, física y sexual) contra las mujeres y niñas durante el confinamiento. Las emociones predominantes son frustración, enojo, tristeza, culpa, ansiedad y demás. Debido a que somos más 7.8 billones de personas, podríamos agregar muchas más secuelas y consecuencias referentes al virus, por lo que no, podemos generalizar, sin embargo, por medio de la observación, análisis y recopilación de datos se puede afirmar que si hay secuelas a nivel mundial e individual. El impacto de la pandemia y las consecuencias que derivaron de ella han causado repercusiones a nivel mental sin precedentes debido a que nadie estaba preparado para enfrentar un virus con alto nivel de contagio, la incertidumbre de como reaccionaria el cuerpo ante el virus, si uno o las personas que estiman se contagian, las complicaciones del mismo y demás.
A su vez, ninguno estaba acostumbrado al aislamiento, a perder el contacto directo, físicamente hablando, con los seres queridos, amigos, compañeros de colegio o trabajo, a no poder asistir al colegio regularmente, al estar expuesto a los altos indicios de mortalidad, a hacer consciencia de la realidad mundial y la realidad de nuestro país, a tener tantos limitantes en la interacción, etc. Los seres humanos somos seres sociales por instinto, por ende, era de esperarse que el confinamiento afectaría a nivel psicológico y emocional, y no solo a nivel social. Lo importante es reconocer que es una misma pandemia, pero son diferentes experiencias con respecto a ella, lo que me lleva a citar a Albert Ellis, pionero de la Terapia Racional Emotivo Conductual, “Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos”. Lo que significa que hay que reconocer que hay situaciones o acontecimientos que no podemos anticipar o controlar, pero si está en nuestro control la forma en que percibimos y afrontamos dicha situación. El tomarnos el tiempo de analizar nuestra interpretación ante dicho acontecimiento, nos permite ser conscientes de las consecuencias emocionales, conductuales y fisiológicas que tiene dicho pensamiento. ¿Este pensamiento me permite alcanzar metas? ¿Me hace sentir bien conmigo mismo? ¿promueve el bienestar? ¿tiene consigo emociones positivas y conductas funcionales y adaptativas? o es todo lo contrario. El reconocer que está en tu control y que no es fundamental, ya que el simple hecho de querer controlar lo incontrolable produce un malestar significativo y diversidad de emociones negativas que pueden llegar a ser insanas.
De la misma forma, es importante aprender a gestionar las emociones, es válido experimentar diversas emociones como consecuencias del virus, lo importante es reconocer que emociones estamos experimentando, permitir que la emoción exista, aunque sea incomoda, identificar que te está diciendo dicha emoción ¿Qué es lo que necesita? ¿Por qué la estoy experimentado? Y no identificarte con esa sensación ya que no nos apropiamos de las emociones, ellas cumplen una función específica, son adaptativas y son transitorias. Es el momento de concientizarnos no únicamente del estilo de vida que estamos llevando, hábitos de sueño, alimentación, ejercicio y demás sino de darnos de cuenta del impacto que tiene la salud mental en todos los ámbitos. De lo importante que son las habilidades de afrontamiento, la empatía, la escucha activa, la inteligencia emocional, el amor propio, la comunicación asertiva, la resiliencia, que según la definición de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas no solo para afrontar la pandemia sino para vivir y promover el bienestar integral. Quiero finalizar afirmando que está bien pedir ayuda, esto demuestra nuestra valentía y deseo de seguir adelante, buscar información verídica, acercarte a un profesional de la salud mental, ya sea para informarte, para prevención, o empezar tu proceso psicológico. A su vez, es importante que recordemos que somos más fuertes de lo que pensamos, que es válido sentir y que los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a esta nueva realidad y que está en nuestras manos buscar apoyo e implementar diversas herramientas psicológicas, emocionales y conductuales para que dicha adaptación se viva de la manera más saludable posible.