Bienestar

Relaciones sanas

Licda. Sara Herrarte / Psicóloga


¿Quién no ha fantaseado con ser protagonista de una película clásica de romance?, ¿quién no ha soñado con ser la mujer que hará cambiar a un hombre que se caracteriza por evitar el compromiso? o quien no ha pensado en el ¿“fueron felices para siempre” de los cuentos de hadas?

Es de esperarse que deseemos una vida llena de felicidad y tratemos de evitar emociones incómodas, aunque evitarlas o escapar de ellas esté fuera de nuestro control.  Somos seres sociales, nacimos para interactuar, para establecer vínculos e incluso para seguir preservando la raza humana, somos los únicos seres que no estamos regidos únicamente por lo instintivo, sino que también por la razón y por los sentimientos, y con sentimientos me refiero a eso que llamamos amor. Ese concepto que ha sido percibido, moldeado y adquirido por cada uno de nosotros por influencias mediáticas, literatura, películas, y por la experiencia subjetiva de cada ser humano. Hay un concepto global de lo que es el amor y este concepto implica infinidad de concepciones y percepciones, pero ¿qué es el amor y qué implica?, ¿qué es para TI el amor?, ¿es realmente verdadero el de esas películas o narrativas que influyeron en nuestro pensar? ¿Te has puesto a reflexionar que hay detrás de esos aprendizajes y asociaciones a los que hemos sido condicionados?

El amor completo se compone por tres factores: deseo (Eros), ternura, (Ágape) y amistad (Philia).  Estos tres elementos son importantes, ya que conforman lo que conocemos como amor verdadero, puede que los tres componentes no se presenten en el mismo porcentaje, pero cada uno cumple un papel esencial en la atracción física y en el desarrollo del vínculo y la afinidad. Walter Riso afirma que: “El amor es sumar, crecer y nunca involucionar”.  Y eso es justamente, creces con tu pareja en todo sentido de la palabra, maduras en distintas áreas de tu vida como persona individual y en conjunto con dicha persona suman experiencias, recuerdos, aprendizajes y demás. Son dos personas con puntos de mejora, emprendiendo un viaje y evolucionando. Y como sabemos el ser humano es imperfecto y diferente, así que es inevitable cometer errores, tener discrepancias, tener discusiones ocasionales y demás.

Si, tener una relación sana no es sinónimo de felicidad lineal y a pesar de que no garantiza que serás feliz TODO el tiempo, se ven reflejados los valores que caracterizan un amor saludable, tales como: la empatía, la tolerancia, la comunicación asertiva, el respeto, la escucha activa, honestidad, etc. Por supuesto, cada quien percibe el amor de diferente manera, específicamente con base a su experiencia por ende las relaciones son más complejas, ya que es la unión de dos seres humanos, dos seres con diferentes personalidades, que han vivido experiencias subjetivas, que tienen diversas inferencias y percepciones, que actúan y reaccionan diferente ante mismas situaciones. Cada individuo es producto de la herencia, de su propia personalidad, de aprendizajes y asociaciones.

Pero ¿qué pasa si la percepción de las experiencias que se han vivido trae consigo pensamientos perturbadores y como consecuencia emociones insanas y formas de actuar des adaptativas? Cada persona como cada historia es única, pero se puede observar intolerancia a la frustración en la persona que no soportaría estar sin su pareja, emociones insanas en la persona que utiliza la manipulación y la minimización para retener a su pareja, se puede visualizar la falta de confianza que hay en una persona que necesita controlar cada paso que da su pareja. La dificultad para establecer límites al permitir cosas que van en contra de sus creencias o que atentan en contra de su dignidad, el miedo que hay tras esa persona que todos los días se quiere ir, pero piensa en las consecuencias que conllevaría dar ese paso.

Tantos casos diferentes como personas, pero ¿cómo sé si es insana? Empieza por preguntarte ¿cómo me siento estando en esta relación? ¿qué consecuencias está teniendo en mi vida? ¿realmente esto quiero para mi futuro? Sé que es difícil percibir alertas rojas cuando estas entusiasmada con una persona, se tiende a omitir, permitir o normalizar ciertas conductas que en su momento no fueron “gran cosa” pero si no se interviene desde la primera señal lo más probable es que aumenten, ¿es lógico pensar qué, si mi pareja al inicio de la relación me insulta en forma de broma, si yo no pongo un alto, lo dejara de hacer? Uno como individuo no puede cambiar al otro por más que se quiera y tampoco puedes luchar POR él, únicamente puedes luchar CON él. Cada lucha, cada deseo de cambiar, es individual y cada persona va a su ritmo.

El amor saludable no se caracteriza por ninguna de esas actitudes. Si predominan las emociones negativas, si se ve dañado tu auto concepto, te pierdes a ti misma/o tu autoestima baja, si tu pareja afirma que tiene el control de tu actuar, pensar y sentir, si hay desconfianza, insultos, golpes o abusos, te encuentras en una relación conflictiva; cabe resaltar que una relación toxica puede estar presente en amistades, en familias, en el área laboral y no únicamente en una relación de pareja.

En resumen, una relación insana es cualquier vínculo perjudicial y/o conflictivo que causa daños cognitivos y emocional en una o más personas dentro de una misma relación. Detrás de una relación “toxica” hay heridas que no han sanado, traumas, patrones, aprendizajes que se han instalado en nuestro repertorio, acciones que han cumplido una función específica (atención, autorregulación, evitar o escapar e incluso acceder a algo) y dichas contingencias fueron reforzadas para aumentar la probabilidad de que actuemos de la misma forma en un futuro o castigadas para disminuir la probabilidad de que se repitan. Asociaciones que hemos condicionado ante distintos estímulos, formas de pensar que hemos fomentado sin que dichos pensamientos tengan validez empírica o lógica y que solo conllevan consecuencias emocionales y conductuales en diferentes ámbitos de la vida. Detrás de esa relación estás tú como persona, tu relación intrapersonal influye en cada relación interpersonal que estableces. Si tú no confías en ti mismo/a, si no te gusta lo que ves en el espejo, si tienes dificultad para expresar lo que sientes, si te da miedo decir que no, se te dificulta establecer límites; todo eso repercutirá en toda tu vida.

Así que ¿cómo es la relación contigo misma? ¿te estás dando todo eso que tanto deseas que te den los demás? Tu pareja no va a llenarte, no va a poder darte eso que tú no te das y si percibes que lo esto dando, dependerás de otra persona para poder completar lo que a ti te hace falta y como consecuencia “necesitarás” de otra persona para ser feliz o estar “completo/a”. Tú al conocerte, puedes darte el respeto, la paciencia, la compasión, la tolerancia, la honestidad, la aceptación y todo lo que necesitas para ser feliz. Todo empieza cuando te amas a ti mismo/a y solo trabajando en ti sabrás si una persona te ama de una forma sana.

El trasfondo de cada relación eres tú, todo radica en ti. Al final el único control que se tiene es tu pensar, sentir, actuar, que decisiones tomas, a quien permites entrar a tu vida y quien permanece en ella. ¿quieres establecer relaciones sanas? Empieza por amarte a ti mismo/a la forma en que quisieras ser amado/a y/o en sanar la relación contigo mismo/a recuerda que es válido pedir ayuda y que no estás solo/a. Para concluir los dejo con esta afirmación: “la verdadera virtud no está en amar sino en amar bien” y eso aplica en ti como individuo y en todas tus relaciones interpersonales.

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