Redacción: Equipo de Tu Salud y Bienestar
Alguna vez has escuchado decir “somos lo que comemos”, este dicho no está muy alejado de la realidad, ya que nuestro cuerpo es el fiel reflejo de lo que somos y lo que hacemos para cuidarnos, mantenernos sanos y felices.
Los hábitos ya sean buenos o malos dependen, si o si, solo de nosotros; por lo que es importante saber qué es lo que estamos dispuestos a hacer para mejorarlos y así mejorar nuestra calidad de vida.
Para comenzar debes elaborar una rutina de ejercicios diaria que te ayude a sopesar la ingesta de calorías, que no solo te ayudarán a mantener un peso y medidas ideales, sino que además mejorarán tu metabolismo.
Agrega a tu alimentación diaria frutas y verduras, y aumenta tu consumo de agua; esto te ayudará a que tu organismo funcione correctamente, te sentirás con más energías y harás que tu cuerpo reciba los nutrientes, vitaminas y minerales que necesitan.
Ten en cuenta estos nutrientes que no deben de faltar en tus alimentos, suplementos alimenticios o productos cosméticos:
Agua: mantiene el equilibrio interno de la piel y la función de los tejidos (envejecimiento e inflamación).
Proteínas: permiten la constitución y reparación de los tejidos de la piel, especialmente el colágeno; el consumo de colágeno es un gran aliado para mantener la elasticidad, suavidad y fuerza de la piel, cabello y uñas. Si lo vas a tomar como suplemento debes de ser constante para realmente observar cambios.
Ácidos grasos esenciales: evitan la inflamación y están involucrados en la síntesis y el metabolismo de los lípidos de la piel.
Minerales: como zinc, hierro, cobre y selenio que te ayudará con la formación de células en la piel y con la actividad enzimática antioxidante de la piel.
Betacaroteno y vitaminas A, C, D y E: ya que previenen el envejecimiento de la piel, son poderosos antioxidantes y antiinflamatorios, además de reducir daños celulares
Y para finalizar realiza actividades que te hagan feliz y que saquen lo mejor de ti, esto te alejará de problemas emocionales como el estrés, la ansiedad o la depresión, entre otros.
