Los psicólogos nos enfrentamos día a día a una serie de ideas equivocadas y poco informadas que tiene la sociedad en general, incluyendo nuestros pacientes e incluso a nuestra propia familia, acerca de lo que es la psicoterapia y sobre todo acerca de nuestro trabajo como terapeutas. Frecuentemente vemos cómo algunos mitos sobre nuestra profesión retrasan la decisión de asistir a una consulta e incluso pueden llevar a una persona a acostumbrarse a su estado de malestar y no solicitar el apoyo de un profesional hasta el punto en donde se ven afectadas varias áreas de su vida.
Podríamos decir que los dos mitos a los que quizás nos enfrentamos con mayor frecuencia los terapeutas son: 1. Que buscar el apoyo de un psicólogo significa que las personas son débiles e incapaces de solucionar sus problemas por sí mismos y 2. Que solamente las personas “locas” deben recibir ayuda profesional. MSC Karla Díaz, Clínica de Sicología y Neurosicología BALANCE.
Si bien es cierto la psicoterapia se realizó por mucho tiempo siguiendo un modelo médico, es decir, se enfocaba básicamente en encontrar el diagnóstico del paciente, en la actualidad la gran mayoría de los profesionales que laboramos en el campo de la salud mental coincidimos en reconocer la necesidad de buscar ayuda profesional, como una fortaleza, ya que corresponde a una estrategia positiva de afrontamiento lo cual resulta totalmente opuesto a ser “débil”.
Es importante mencionar que hoy en día, las personas reciben psicoterapia no solamente con la finalidad de resolver problemas, sino por razones mucho más profundas y trascendentales como descubrirse a sí mismos, encontrar paz interior o con el objetivo de alcanzar un estado de bienestar integral que les permita mejorar su calidad de vida en general.
Uno de los mitos que ocasiona mayor estigma social es sin duda que solamente las personas “locas” asisten al psicólogo. En primer lugar, utilizar el término “loco” resulta retrógrado y ofensivo para las personas que padecen un trastorno psiquiátrico. A través de los años se han realizado muchos esfuerzos para que se respeten los derechos de las personas que han sido diagnosticadas con un trastorno mental, y ha sido gracias a esta lucha que se logró mejorar considerablemente la eficacia de las prácticas psicológicas actuales.
En segundo lugar, es poco frecuente que una persona con un trastorno mental grave acuda por cuenta propia y de forma voluntaria a solicitar ayuda profesional. Generalmente estas personas llegan a la clínica porque los lleva un familiar o una institución de salud por recomendación médica, y el trabajo con el paciente se realiza de forma interdisciplinaria es decir, bajo la colaboración de varios profesionales de la salud, especializados en diferentes áreas.
Por último, según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2012) todos los seres humanos en algún momento de nuestra vida podríamos ser diagnosticados o experimentar síntomas de ansiedad o depresión. Bajo este concepto, todos en alguna ocasión podríamos sentir la necesidad de asistir a una consulta con un psicólogo o un profesional de la salud mental.
En conclusión, el hecho de buscar el apoyo de un terapeuta no significa que una persona sea débil o que esté “loca”, simplemente que es capaz de reconocer las situaciones que están afectando su vida y que no sabe cómo manejar. Solicitar apoyo profesional es un recurso muy valiente e inteligente que todos podemos utilizar en momentos cruciales de nuestra vida. Un proceso terapéutico nos fortalece en la medida en que podamos reconocer nuestras limitaciones, desarrollar nuestras habilidades y buscar cambios que nos permitan convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos, esto sin duda tendrá un impacto positivo en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean.